Los orígenes de la viruela son desconocidos, aunque existen registros de que la enfermedad se presentó en China hacia 1122 a. C. Empero, hay evidencias más concretas de la existencia de la viruela que se encontraron en cuerpos momificados en Egipto y que datan de unos tres mil años. La manera en que llegó a Europa, tampoco es muy clara, dado que Hipócrates, quien registró todas las enfermedades conocidas en su tiempo, no hace mención a la viruela. Lo que sí se sabe es que se convirtió en un terrible problema de salud en el llamado viejo continente con motivo de las cruzadas, momento en que también la demografía europea se incrementó.
En la era de los descubrimientos geográficos, los europeos ayudaron a propagar la enfermedad, como quedó de manifiesto, por ejemplo, con la llegada de los españoles a América. La viruela se extendió rápidamente entre los aztecas y los incas, siendo una de las enfermedades que diezmó a la población y que sin duda ayudó a la conquista.
Ya para el siglo XVIII, la viruela era una pandemia y constituía la principal enfermedad mortal en el mundo. Cada año, unos 400 mil europeos morían por la viruela, la cual también le costó la vida a cinco monarcas. En el siglo XIX, su tasa de fatalidad era del 20 por ciento, o bien, una de cada cinco personas. Dado que es –era-- una enfermedad viral muy contagiosa, prácticamente se reproducía en cualquier lugar donde existieran asentamientos humanos que la portaban y la transmitían.
Para ese momento, la comunidad científica desarrollaba grandes esfuerzos para encontrar una cura a tan terrible enfermedad. Existen registros de ciertas prácticas desarrolladas por chinos, indios y comunidades africanas, a quienes se inoculaba el virus, provocando deliberadamente la enfermedad, logrando que la tasa de mortalidad cayera dramáticamente en estos casos, frente a los de las personas que adquirían la viruela de manera natural. A este procedimiento se le conoce con el nombre de variolación, que remite a la variola, como también se denomina a la viruela.
Sin duda, los trabajos realizados por el británico Edwar Jenner a finales del siglo XVIII, contribuyeron a desarrollar la vacuna contra la viruela. Jenner, tomó pústulas provocadas por la viruela vacuna –esta enfermedad está estrechamente relacionada con la viruela humana- e inoculó con ellas a personas sanas, provocando una infección similar. Las personas, sin embargo, una vez recuperadas, quedaban protegidas contra la viruela humana. El procedimiento fue denominado vacuna, que deriva del latín vacca, que es el animal cuyo padecimiento dio pie a al procedimiento descrito.
Hoy se sabe que las vacunas requieren cuidados, refrigeración, y una transportación cuidadosa. A principios del siglo XIX, el descubrimiento de Jenner generó entusiasmo en Europa, que decidió vacunar a personas tanto en esa parte del mundo como en los territorios coloniales que poseía. Sin embargo, en muchas ocasiones se desarrollaban las vacunas y al transportarlas perdían sus propiedades dado que no se les mantenía en las condiciones de temperatura y estabilidad que requerían. Otro problema era que para producir la vacuna de Jenner, se requería encontrar vacas infectadas con la viruela vacuna, lo que no siempre sucedía. Asimismo, diversos grupos religiosos se oponían a la inoculación, en humanos, de un virus de origen animal. Otro problema era la longevidad de la inmunización, toda vez que personas previamente vacunadas, pasado cierto tiempo, enfermaban de nuevo, por lo que Jenner y otros expertos concluyeron que se requería una revacunación, algo a lo que lo que había rechazo. Asimismo, no sería sino hasta mediados del siglo XX que se pudo garantizar la producción de una vacuna en serie, ya no de manera artesanal.
Leslie Collier logró crear un sistema de conservación que permitió contar con una vacuna más estable contra la viruela, dado que todavía en las primeras décadas del siglo XX, la vacuna tenía una fecha de caducidad de uno a dos días. Gracias al método de Collier fue posible que en 1967, la OMS impulsara una campaña mundial para erradicar la enfermedad. Pero el proceso no fue sencillo y algunos de los problemas que se presentaron son comunes a los esfuerzos que actualmente llevan a cabo la OMS, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y otras instancias en la lucha contra diversas enfermedades.
Una de las dificultades más comunes era que cuando se producía un brote de viruela, las autoridades de determinados países no lo comunicaban a la OMS --en los casos en que el problema era notificado, de inmediato se creaban cercos para el tratamiento de las personas infectadas y para inmunizar a la comunidad, en una dinámica de “círculos concéntricos.” Los flujos de refugiados ante conflictos o hambrunas en ciertas regiones, ayudaban a propagar el virus. Los servicios de salud de los países en desarrollo, a menudo ineficientes, eran un impedimento adicional. Pese a ello, se prosiguió con el plan y se buscó que las dosis administradas fueran lo suficientemente potentes como para garantizar la inmunización de por vida. En cada país se llevaron a cabo campañas masivas de vacunación de manera que se pudiera inocular hasta el 80 por ciento de la población, a través de equipos médicos que se trasladaban hasta las zonas más remotas. De manera adicional se creó un sistema que permitiera detectar y contener los casos de brotes.
En 1967, cuando se inició esta agresiva campaña de vacunación, alrededor de unos 15 millones de casos se presentaron en 31 países. El 26 de octubre de 1977, se reportó el último caso de viruela contraída de manera natural, por una persona en Somalia. Se han registrado otros casos posteriores a esa ficha, pero el contagio fue por mala manipulación del virus en laboratorios –hubo un problema específicamente documentado sobre el particular, en la Gran Bretaña.
En 1986, la OMS recomendó que los países que contaran con reservas de la viruela en sus laboratorios –como Estados Unidos y la entonces Unión Soviética-, las destruyeran. Sin embargo, diversos países, independientemente de las aplicaciones militares que puede tener la manipulación deliberada de un virus como el de la viruela, consideran que es mejor tenerlo almacenado para seguir desarrollando la investigación que permita elaborar vacunas, medicamentos y mejorar los diagnósticos.